Charla-coloquio:
“El deporte de
ser músico”
23 de febrero
de 2017. 18h30
Escuela
Municipal de Música “Joaquín Maya”
Ponente: Juan
Mari Ruiz
juanmariruiz.com
Profesor de oboe del
Conservatorio Superior de Música de Navarra y corredor aficionado de maratón.
Quien
vea el título de esta charla podría pensar que las dos actividades que en él se
mencionan poco o nada tienen que ver la una con la otra, y que si existe alguna
similitud, ésta no pasa de ser circunstancial y un poco forzada. Pero si el
lector tiene la paciencia de seguir adelante por estas líneas, verá que las semejanzas son mucho
más profundas de lo que parece a simple vista y de qué manera las estrategias
de planificación, estudio y entrenamiento en estos dos ámbitos son similares y
se refuerzan mutuamente. En la presentación analizaremos estos aspectos y en el
coloquio posterior los asistentes tendrán la ocasión de compartir sus opiniones
y experiencias.
Introducción
Para
situar la cuestión, se me disculpará que empiece hablando de mí mismo, porque
lo que se describe en este artículo parte de mi experiencia personal y de las personas que he tenido a mi lado.
En
lo que puedo recordar, siempre he sido músico: cuando siendo muy pequeño iba
con mi madre a ver los conciertos quincenales de la Banda de Irun donde tocaba
mi padre, cuando con siete años él mismo me enseñó las posiciones de las notas
y los primeros pasos con el oboe, cuando al año siguiente empecé en el
Conservatorio de Bayona, cuando fui a estudiar a París, cuando conseguí trabajo
con mi instrumento... hoy. La música es
una actividad que siempre me ha acompañado y que con el tiempo se convirtió en
mi profesión.
Mis
inicios en el deporte fueron un poco más tardíos. Aunque siempre me había
gustado andar por la montaña o ir de vez en cuando a andar en bicicleta, no fue
hasta los veintitantos años que empecé a practicar deporte con regularidad y de
una manera planificada. Y una vez que he conocido el deporte por dentro, se ha
convertido en una parte imprescindible de mi forma de vida, hasta llegar a día
de hoy a haber terminado cuarenta y cuatro maratones y muchas marchas
cicloturistas.
Salud
Antes
de entrar en materia y por lógica precaución, no
puedo dejar de recomendar que si, tras la lectura, alguien quisiera empezar a
hacer deporte con intensidad, previamente se haga un reconocimiento médico para
comprobar que no hay ninguna contraindicación y que va a poder aprovechar todos
sus beneficios plenamente.
Quizá
lo primero que salte a la vista, lo más evidente, sea que la práctica del deporte
obliga a mantener unos hábitos de vida saludables. No se trata se obsesionarse,
pero el deportista cuida lo que come, no fuma y bebe con moderación, costumbres
todas ellas convenientes para cualquier persona. Por supuesto que hay momentos
en los que hay que saber apreciar la buena mesa, pero la dieta habitual debe
tender a ser equilibrada, lo que repercute en un mejor estado físico general, y
también anímico. Sabiendo qué es lo que le conviene a nuestro cuerpo lo
mantendremos en forma y nuestra actividad como músicos nos requerirá menos
esfuerzo. Aplicaremos a nuestro trabajo el viejo lema de mens sana in
corpore sano.
Eficiencia
No
podemos olvidar que la práctica de un instrumento de viento es, al margen de
sus valores emocionales y artísticos, una actividad de gran exigencia física.
Al realizar un ejercicio aeróbico, (correr, bicicleta, natación) aumentamos
nuestra capacidad pulmonar y el control de la respiración. Mientras estamos
corriendo, si lo hacemos con una técnica adecuada, la respiración es relajada y
se apoya en el diafragma, porque es la manera más eficiente de oxigenar el
organismo. Muchas veces he comprobado en carrera que la respiración se mantiene
de esta manera sea cual sea la distancia, desde el kilómetro uno al cuarenta y
dos. Únicamente se agita si hacemos un cambio de ritmo muy brusco o al
esprintar, pero ahí entramos en el ejercicio anaeróbico (con déficit de
oxígeno, al gastar más del que entra por la respiración) que solo se puede
mantener durante unos segundos. Este tipo de «respiración
deportiva» es,
evidentemente, la ideal para tocar un instrumento de viento, pero también muchos ejercicios de relajación y
visualización, practicados por cualquier instrumentista, tienen su base en la
respiración diafragmática.
También
se mejora el tono muscular y se desarrolla la resistencia y la eficiencia
durante el esfuerzo. Al conocer mejor nuestro propio cuerpo, sabemos cual es el
gesto muscular más efectivo para correr con fluidez, y ese mismo conocimiento
lo podemos aplicar al instrumento: buscar la postura más adecuada, la pulsación
más ágil y la forma de tocar más económica. Además, al igual que al correr
vamos ganando en fondo físico, al ir acumulando estudio bien realizado vamos
ganando la necesaria resistencia con nuestro instrumento. Porque si debemos
tocar un concierto de una cierta duración, nuestro nivel de resistencia debe
estar por encima de ese tiempo, para que el aspecto físico no interfiera con
nuestra idea artística ni con nuestra interpretación.
Igual
que es importante calentar bien al principio, al acabar una sesión de
entrenamiento siempre es recomendable hacer una buena sesión de estiramientos.
Lo mismo se puede aconsejar a un instrumentista: unos ejercicios suaves de
calentamiento antes de la sesión de estudio (espalda, brazos, embocadura,
sonido) y unos estiramientos después, para evitar en la medida de lo posible
los problemas físicos. Son pequeños detalles que con el tiempo agradeceremos.
Por
otra parte, al practicar ejercicio al aire libre compensamos nuestra actividad
profesional en lugares cerrados. Tiene un encanto especial salir bien abrigado
a correr una fresca mañana de otoño, quizá con un poco de lluvia fina, antes de
ir al conservatorio o al ensayo. A lo largo del año vemos cómo el paisaje va
cambiando, cómo los mismo lugares no parecen iguales. Y al empezar el trabajo,
ya hemos estado en la playa, o por el bosque, o en el parque. Nos hemos
oxigenado y la jornada se ve de otra manera.
La
importancia del descanso
Un
aspecto muy importante que no siempre se tiene en cuenta y que la regularidad
en el entrenamiento nos ayuda a valorar en su justa medida son los momentos de
descanso y recuperación. Porque no es una cuestión de cantidad: no se trata de
entrenar o estudiar mucho, sino de hacerlo bien. Las pausas entre los momentos
de mayor intensidad del estudio/entrenamiento son necesarias para asimilar las
mejoras y evitar el «sobreentrenamiento» y la fatiga
física y mental. Por eso se estructura el entrenamiento para alcanzar uno o
varios «picos
de forma» durante la temporada y en períodos de carga, de unas
tres semanas cada uno, con una semana de recuperación activa entre ellos.
Igualmente, debemos planificar nuestro estudio por etapas para llegar en las
mejores condiciones a nuestro objetivo principal, y alternando momentos de más
intensidad con otros más relajados, de forma que lleguemos a nuestra actuación
con el repertorio perfectamente dominado pero con la motivación intacta y
físicamente en forma. Cuando hablamos de recuperación activa no queremos decir
que se suspenda cualquier ejercicio, sino que se debe bajar el volumen y/o la
intensidad, o diversificar la actividad: practicar otro deporte o cambiar el
repertorio. Es el momento de hacer una evaluación de los progresos y valorarlos
en su justa medida para decidir si conviene seguir con el plan tal como estaba
previsto o hay que adaptarlo.
Quizá
un deportista note más fácilmente cuándo se está excediendo en el
entrenamiento, cuándo empieza a estar «pasado de forma», porque los
tiempos ya no mejoran o empieza a tener molestias. Pero un músico es
fácil que no se dé cuenta de que el estudio tal como lo está llevando ya no le
hace mejorar sino que, al contrario, le está empezando a causar problemas que
le pueden llevar a problemas físicos o de estrés. Insisto en que se debe
realizar un constante ejercicio de reflexión y análisis del estudio para
adaptarlo a cada momento y circunstancia concretas, de forma que siempre le
saquemos el mejor partido. Y si la forma más efectiva de estudiar en ese
momento es descansar, descansemos. Al igual que un deportista no puede rendir
al cien por cien durante todo el año, un músico tampoco puede hacerlo. Se trata
de encontrar un buen nivel medio que nos permita realizar nuestro trabajo con
seguridad, pero estructurando la temporada para que los «picos de forma» coincidan con los compromisos más
importantes, y dedicando tiempo al descanso y la recuperación. Es la mejor
manera de mantener la motivación. Y un profesor motivado, y musical y
pedagógicamente activo es quien mejor sabrá transmitir sus alumnos la ilusión
por mejorar y avanzar con su instrumento.
Esparcimiento
Yendo
más allá de los aspectos meramente físicos, practicar seriamente una segunda
actividad nos proporciona una vía de esparcimiento para no estar siempre
pensando en los mismos temas. Y este esparcimiento suele funcionar en los dos
sentidos: en ocasiones el salir a correr es una escapatoria en los períodos de
más trabajo y, en otras, tocar el instrumento sirve de alivio en las épocas de
entrenamiento más intenso. En mi caso esa segunda actividad es el deporte, pero
para otras personas puede ser cualquier otra: pasear, leer, la fotografía, escribir,
el cine o el teatro, quién sabe. Lo importante es que cada uno encuentre una
actividad que le motive y que haga con gusto. Muchas de las ideas que luego he
llevado a la práctica con mis alumnos o conmigo mismo (escribir este artículo,
por ejemplo) se me han ocurrido mientras entrenaba. Es un momento en que la
reflexión es más libre, la mente explora otras posibilidades y la actitud es
más positiva.
Al
tener dos ámbitos importantes en nuestra vida (en este artículo hablamos de
actividades personales y realizadas por y para uno mismo, no de la familia,
relaciones sociales u otras igual de importantes) tenemos un campo más amplio
donde buscar alicientes que hagan que siempre encontremos un motivo para decir
que ese día ha merecido la pena. También podemos de esta manera diversificar
nuestros objetivos para que nuestra autoestima no dependa de los resultados de
una única actividad. Aunque la música sea nuestra actividad profesional y el
deporte no, y la importancia objetiva de los resultados en una y otra no sea
equivalente, subjetivamente nos ayuda el saber valorar los resultados en ambas.
Motivación,
planteamiento de objetivos y planificación
Para
mantener un buen nivel profesional y para tener una actitud positiva ante la
vida es primordial mantener la motivación. Tener siempre un objetivo en
el horizonte, en cualquier ámbito de nuestra vida, nos ayuda a seguir adelante
en todos los demás, y el deporte (o la actividad que cada uno elija) nos da
otra oportunidad de buscar esos objetivos que nos estimulen. Y un profesor debe
mantener siempre constante el interés de sus alumnos, proporcionándoles
objetivos, explicaciones y material que les mantengan motivados.
A
la hora de plantearnos objetivos tenemos que ser realistas y elegirlos en
función de nuestras auténticas capacidades. De nada sirve una meta, en el
deporte o en la música, demasiado alejada que no nos proporcionará más que
frustración. A medida que vayamos evolucionando, nuestras metas serán más
ambiciosas y nuestra percepción de nosotros mismos irá mejorando a medida que
las superemos. Y si a pesar de nuestra previsión, el objetivo se demuestra
demasiado ambicioso aún para nosotros, nos servirá de reflexión para el futuro
e ir conociéndonos un poco mejor. Es misión del profesor el asesorar a sus
alumnos y orientarles hacia lo que más les va a ayudar en su evolución como
músicos, aprovechando sus ilusiones pero haciéndoles ser realistas. Aunque el
objetivo final sea el mismo para todos si quieren llegar a ser profesionales
(dominar su instrumento), los caminos para alcanzarlo son infinitos y deben ser
estudiados para cada persona de forma individualizada.
Por
eso son tan importantes los objetivos intermedios: si queremos correr nuestro
primer maratón, no empezaremos entrenando cuarenta kilómetros. Al principio
haremos unos pocos minutos a ritmo suave, unas semanas después iremos
aumentando el kilometraje, después la intensidad, nos probaremos en una carrera
de pocos kilómetros (primer objetivo intermedio), unos meses después haremos un
medio maratón (otro objetivo intermedio) para llegar a nuestra prueba estando
verdaderamente preparados. Si en el maratón conseguimos nuestro objetivo,
¡enhorabuena! Pero, si no lo logramos, por un lado reflexionaremos acerca de
qué podemos mejorar la próxima vez, y por otro, debemos valorar objetivos
intermedios que, si los hemos planificado bien, ya son un logro en sí mismos.
El
año en que mejor entrenado estaba hice varios medios maratones, además de la
Behobia-Donostia, para preparar mi gran objetivo: el Maratón de San Sebastián.
En varios de ellos mejoré mi marca previa y también en la Behobia, estaba mejor
que nunca para hacer mi mejor marca en el maratón. Pero el día de la carrera
empecé con molestias en el estómago, no podía mantener el ritmo que tenía
previsto y ni siquiera podía beber en los avituallamientos, y me tuve que
retirar en el kilómetro diecisiete. No conseguí mi objetivo pero ¿fracasé? No.
Todos esos objetivos intermedios conseguidos hacen que recuerde esa temporada
como la mejor.
Aplicado
a la música, cuando somos estudiantes la mayoría tenemos como nuestro objetivo
llegar a tocar en una gran orquesta y nuestros profesores, si ven que tenemos
aptitudes, nos van preparando para ello. Entre el profesor y el alumno se
establece una planificación que a lo largo de los años nos ayuda a mejorar
nuestro nivel y vamos progresando en el conservatorio, en la banda, en jóvenes
orquestas, hasta que llegamos al mundo profesional. Confieso que cuando empecé
a trabajar como profesor de oboe pensaba que sería una etapa provisional hasta
que entrara en una orquesta, cosa que nunca sucedió. Han pasado veinticinco
años, y no le cambio mi trabajo a nadie. Lejos de ser una frustración, me di
cuenta de que dedicarme a la enseñanza era mi auténtica vocación y lo que más
satisfacciones me reporta, a pesar de que no hubiera sido mi objetivo
principal. Aunque, por supuesto, sigo tocando, colaboro con varios grupos y
mantengo mi nivel instrumental. Porque, si no
¿qué enseñaría?
Regularidad
y constancia
Es
evidente que tanto en la música como en el deporte es necesario mantener unos
hábitos de regularidad en el estudio y el entrenamiento. De nada sirve estudiar
mucho durante una temporada si luego no se tiene continuidad. Sobre todo en la
etapa de estudiante, es imprescindible que el trabajo sea constante aunque,
como ya hemos dicho más arriba, no sea siempre de la misma intensidad. Y
también es importante saber retrasar la recompensa inmediata en pos de un
objetivo mejor, aunque más alejado. Hay que saber vencer la tentación de la
pereza, no retrasar un trabajo que tarde o temprano deberá ser realizado,
seguir nuestra planificación, salir a entrenar sin la excusa de que está
lloviendo, estudiar aunque no tengamos la mejor caña... Todo ello sabiendo que,
a la larga, ese esfuerzo es el que nos proporcionará las recompensas
verdaderamente importantes.
Quizá
estos valores de trabajo y esfuerzo, no siempre bien comprendidos por otros,
sean valores que en nuestra actual sociedad se han ido dejando de lado, en
busca de un beneficio instantáneo con el menor esfuerzo y banalizando lo que
una persona puede esperar o puede buscarse en la vida. Pero estudiar un instrumento
o iniciarse seriamente en el deporte es una inversión a largo plazo en la que
la acumulación de trabajo bien hecho, a base de calidad y no únicamente de
cantidad, nos llevará a conseguir nuestras metas pasando por todos los
objetivos intermedios que nos hayamos ido fijando a lo largo de nuestra
carrera, y a través de ellos seremos conscientes de nuestra progresión, con lo
que podremos mantener siempre alta nuestra autoestima.
Preparación
del gran día
La
plasmación de nuestro esfuerzo llega con nuestro concierto, examen o
competición. Es un día especial que debe ser preparado como tal. Toda nuestra
planificación y nuestro trabajo confluyen en él. Si hemos hecho bien las cosas,
llegaremos preparados pero descansados y motivados. La semana anterior a una
carrera el volumen de entrenamiento disminuye drásticamente: de nada sirve una
acumulación exagerada de kilómetros a última hora, igual que es inútil estudiar
al final lo que no hemos trabajado en las semanas anteriores. Este estudio
apresurado no nos generará más que dudas y hará que lleguemos al concierto
intranquilos. Todas las dificultades técnicas deben ser superadas con
antelación, para que puedan ser debidamente interiorizadas y no supongan una
causa de incertidumbre. Los días anteriores al gran día son el momento de
mantener lo aprendido y reservar fuerzas físicas y mentales. Con un estudio o
entrenamiento inadecuados es más lo que podemos perder que lo que podemos ganar
a en esos días.
Un
hábito muy interesante para preparar una actuación es hacer un ejercicio
completo de relajación y, en el momento en que estemos realmente tranquilos,
acercarnos mentalmente a nuestro concierto y visualizar cómo pensamos que van a
suceder las cosas: cómo vamos a ir, cómo nos vestiremos, cómo saldremos a la actuación,
cómo es el escenario, de qué color es el telón, y repasar de memoria todo el
programa que vamos a interpretar. Cuantos más detalles añadamos a nuestra
visualización, el público, la iluminación, más nos ayudará el día del
concierto, porque ya no será una experiencia nueva: aunque sólo sea
mentalmente, ya la habremos vivido y nos resultará más familiar.
Mientras
hacemos esta visualización tenemos que cuidar de que todas nuestras referencias
mentales sean positivas, y desterrar cualquier pensamiento que nos cause
inquietud. Debe dejarnos una sensación placentera que nos dé ganas de tocar.
Valoración
de los resultados
Después
del gran día llega el momento de valorar lo conseguido con la mayor objetividad
posible, para continuar con nuestra planificación o modificarla. Es mejor no
hacer esta reflexión en caliente, sino esperar unos días. Justo después de un
concierto podemos dejarnos llevar por el halago fácil del público o, por el
contrario, hacer una valoración pesimista por algún aspecto que contemplado a
posteriori no tiene la importancia que le dimos al principio.
Quizá
sea en este punto donde más se diferencian las dos actividades objeto de este
artículo: mientras que una marca deportiva es un hecho absolutamente objetivo,
una actuación musical dista mucho de serlo. El tiempo que marca el cronómetro
está ahí, y ese es nuestro nivel ese día. En cambio, el resultado de un
concierto es en gran medida subjetivo. Por eso es tan importante tener a
nuestro alrededor personas de confianza, profesores o colegas, que con sus
comentarios nos ayuden a formarnos una idea lo más realista posible acerca de
nuestra actuación. El intérprete ya sabe qué personas son de confianza y tienen
una opinión formada y constructiva y quiénes no. Y la persona que comenta la actuación
tiene que saber expresarle su opinión pensando en el efecto que le puede
causar. No se trata de callarse cosas ni de sobrevalorarle, la clave está en el
cómo se dicen las cosas. Se puede ser severo pero justo, y sobre todo se debe
ser constructivo. En beneficio de todos.
Espero
que este artículo anime al menos a algún músico a buscar una segunda actividad
que le estimule, le motive y le aporte todos los beneficios que el deporte me
ha proporcionado como músico.
Juan
Mari Ruiz
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